jueves, 21 de marzo de 2013

Ramón Guardado comparte sus experiencias



   Políticos, periodistas, empresarios, clérigos, cantantes, toreros y muchos más desfilan a través de las 350 páginas que comprenden el libro Cien personajes y un cronista, escrito por el periodista Ramón Guardado, ampliamente conocido y reconocido en Guadalajara por su sencillez, seriedad y profesionalismo.
   Anoche tuve oportunidad de asistir a la presentación de su libro, en concurrido acto celebrado en el Salón de Regidores del Ayuntamiento de Guadalajara, con la presencia del autor, acompañado por el regidor Salvador Caro Cabrera, el periodista Juan José Doñán y el oficial mayor del Estado, Francisco Javier Morales Aceves, quienes hicieron comentarios alusivos.
   “El autor es fiel a su personalidad. Actúa y habla con sencillez, y escribe con sencillez y claridad. Nada de rebuscamientos”, dice a su vez el periodista Guillermo Gómez Sustaita, al presentar este volumen, en gran parte autobiográfico, donde Ramón Guardado narra sus experiencias con muchos de los personajes que ha entrevistado a lo largo de su brillante carrera en prensa escrita, televisión y sobretodo en radio, a través de su popular programa “SobreMesa” o “SuperMesa”.
   El libro de Ramón es ameno y, para quienes gustan de la lectura, se lee de corrido, sobre todo por el interés humano que despierta el conocimiento o relación con los numerosos personajes que ahí desfilan, muchos de ellos bastante conocidos tanto por lo bueno como por algunas cosas muy discutibles que han obrado en la vida.
   Sin restarle mérito alguno a la obra, me permito recordar, sin embargo, que casi todos los libros, incluso los clásicos, suelen traer errores, porque al fin y al cabo son obra de seres humanos, y ésta que reseño ahora no es la excepción:
   En la página 232 dice que José Luis Leal Sanabria sustituyó como gobernador a Enrique Álvarez del Castillo cuando éste pidió licencia para ocupar, en 1988, el cargo de Procurador General de la República. Valga aclarar que quien lo sustituyó no fue Leal Sanabria, sino Francisco Rodríguez Gómez, que en 1989 entregó el cargo a Guillermo Cosío Vidaurri.
   Lo que sí me ha puesto a pensar es el mensaje que el estimado amigo y colega Ramón Guardado escribió en la primera página del volumen que me dedicó. Dice así: Javier, ¿por qué somos periodistas? Ese es el principal enigma que espero me ayudes a descifrar.
   Pues sí, esa es la gran pregunta: ¿Por qué somos periodistas?





lunes, 11 de marzo de 2013

Atentados contra gobernadores de Jalisco



   Con motivo del reciente asesinato del secretario de Turismo del Estado, Ing. José de Jesús Gallegos Álvarez, por lo menos dos periódicos locales se aventuraron a publicar que éste fue el primer atentado fatal contra funcionarios del más alto nivel en la historia de Jalisco, cuando lo cierto es que dos gobernadores, entre ellos el general Ramón Corona Madrigal, fueron asesinados en el ejercicio de sus funciones, y uno más, el licenciado Silvano Barba González, se salvó milagrosamente de una emboscada durante su segundo período de gobierno, en 1941. 

El asesinato del general Ramón Corona

   Respecto al general Ramón Corona, que como es sabido destacó por su participación en la Guerra de Reforma y contra la Intervención Francesa, lo mismo que en la Batalla de la Mojonera contra Manuel Lozada (el Tigre de Álica), además de haber sido el principal promotor de la comunicación por ferrocarril México-Guadalajara, el 10 de noviembre de 1889, al dirigirse al Teatro Principal de Guadalajara, para asistir a la representación de “Los Mártires de Tacubaya”, fue violentamente agredido a puñaladas por Primitivo Ron, quien luego apareció muerto en forma misteriosa; dicen que se suicidó. A consecuencia de las heridas que le hizo Ron, el gobernador Corona falleció al día siguiente, a los 51 años de edad.

La muerte del general José María Mier

   Otro gobernador asesinado en funciones fue el general José María Mier, quien ocupaba el cargo cuando esta ciudad fue tomada por las fuerzas constitucionalistas en 1914. José López Portillo y Rojas fue removido de su cargo el 10 de febrero de 1914 y en su lugar quedó como gobernador y comandante militar el general Mier, quien se dispuso a defender la plaza ante el avance de los constitucionalistas, pero a principios de julio del mismo año los constitucionalistas, al mando del general Manuel M. Diéguez, se encontraban ya en las goteras de la ciudad.  Se dijo entonces que el general Mier recibió órdenes del Centro para que antes de evacuar Guadalajara se llevara consigo a la metrópoli el dinero acumulado en el Banco de Jalisco. Las cajas con enormes efectivos fueron llevadas por la carretera a Tlaquepaque hasta Puente Grande, doblando luego con rumbo a la estación ferroviaria de El Castillo, para conducirlas a la Ciudad de México. Pero alguien informó al general Lucio Blanco sobre este movimiento y salió rápidamente hacia el lugar, llegando justo a tiempo para atacar al general Mier y a su mermada tropa. Mier fue muerto en una de las casas donde trataba de refugiarse.

   Silvano Barba González se salvó de milagro

   Finalmente, quien por verdadero milagro salvó la vida fue el gobernador Silvano Barba González, quien al atardecer del día 29 de marzo de 1941, fue tiroteado por individuos emboscados en las inmediaciones de Cojumatlán, Mich., cuando regresaba a Guadalajara luego de realizar una visita de cortesía al expresidente general Lázaro Cárdenas. Se informó entonces que el vehículo en el que viajaba el gobernante jalisciense resultó con 85 impactos y que en el lugar de los hechos las autoridades recogieron cerca de 400 cartuchos quemados. Las sospechas se encaminaron principalmente contra los sinarquistas, que traían pleito casado contra él.

   Sirvan pues estos tres casos de atentados a gobernadores para demostrar que el reciente asesinato del secretario de Turismo no es el primero contra funcionarios del más alto nivel en la historia de Jalisco.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Impuestos iguales en un país desigual


¿IVA a medicinas?

   El gravamen universal a medicinas y alimentos amenaza con profundizar la desigualdad social en México, ya de por sí abismal, pues cualquier programa tendiente a mitigar los efectos de esta medida entre las clases populares, está condenado al fracaso, como ha sucedido hasta la fecha con otros de su tipo.
   Aunque uno de los principios de equidad fiscal es que los impuestos sean de aplicación general, en la práctica esto no es viable, ya que el rico puede asimilar los aumentos con cierta facilidad, mientras que al pobre le va en ello hasta la vida, sobre todo si se trata de artículos de primerísima necesidad, como son medicinas y alimentos.

México, un país socialmente desigual

   En otras palabras, no es justo aplicar impuestos iguales en un país socialmente desigual, pero por desgracia esto es lo que ha ocurrido desde hace muchos años en México, donde hasta las multas que aplica Hacienda por incumplimiento de obligaciones fiscales son las mismas para pequeñísimas empresas familiares que para los grandes consorcios trasnacionales. Nuestros legisladores debieran empezar por corregir este absurdo.
   ¿Cuál es el resultado de estas políticas? Que mientras unos cuantos mexicanos destacan año tras año entre los grandes potentados del mundo, más de la mitad de la población nacional vive en condiciones de pobreza, con frecuencia extrema.
   Ahora que se pretende aplicar el Impuesto al Valor Agregado (IVA) a medicinas y alimentos, abundarán los políticos que, en contrapartida, prometan medicinas gratis, incluso comedores públicos para todos los pobres, pero ninguna de estas medidas populistas dará resultado, porque como siempre ocurre, la mayor parte del presupuesto asignado a la asistencia social se quedará en el camino.
   Lo justo es que cada quien aporte al fisco según los bienes materiales de que disponga, y a los que difícilmente consiguen algo para saciar el hambre y curar sus enfermedades, si no hemos de ayudarles, ¿por qué cargarles la mano?

Fotografía: Javier Medina Loera.